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Rubby Pérez: La Voz Más Alta del Merengue, Eterna en el Corazón del Caribe
Por Marlene Vega y Álvaro Cruz
Rubby Pérez no solo cantaba merengue. Rubby Pérez era merengue. Con su voz potente, aguda y limpia, que desafiaba los límites de lo posible, se convirtió en un ícono indiscutible de la música caribeña. Hoy, el Caribe entero se arropa en nostalgia al despedir a la voz más alta del merengue, ese artista dominicano que elevó el género a cumbres impensadas y que ahora pasa a formar parte del cielo musical de los inmortales.
Nacido como Roberto Antonio Pérez Herrera, Rubby no tuvo un camino fácil. Su vida cambió por completo tras un accidente automovilístico que le dejó una discapacidad física permanente. Pero la adversidad nunca pudo más que su pasión. Lejos de rendirse, se aferró al canto como si cada nota fuera una victoria, como si cada aplauso lavara las heridas del alma. Y lo logró. Vaya si lo logró.
Su paso por la legendaria orquesta de Wilfrido Vargas en los años 80 fue determinante para el merengue moderno. En esa agrupación, Rubby puso su sello en clásicos como El Africano, Volveré, Sálvame y Cuando Estés Con Él. Pero su luz era demasiado intensa como para brillar solo en colectivo. En su carrera como solista, despegó aún más con éxitos inolvidables como Dame Veneno, Hazme Olvidarla, Buscando Tus Besos, Enamorado de Ella y Sobreviviré.
Rubby tenía un talento desbordante, sí, pero también un alma buena. Siempre fue un hombre sencillo, agradecido, profundamente humano. En cada entrevista dejaba claro su amor por su patria, República Dominicana, y por la gente humilde que lo apoyó desde sus inicios. Nunca olvidó sus raíces, y por eso, el pueblo nunca lo olvidó a él.
El merengue pierde a uno de sus más grandes, pero su música no conoce de despedidas. Seguirá sonando en las emisoras, en los hogares, en las fiestas, en las memorias. Porque Rubby Pérez es de esos artistas que no se van: simplemente se transforman en canción.
Desde Expresiones Colombia Radio, rendimos homenaje a su vida, a su voz y a su legado. Nos queda su energía, su lucha, su canto. Nos queda el merengue con el alma en lo alto, como su voz.
Hasta siempre, Rubby. Gracias por ponerle corazón a cada nota… y por enseñarnos que ni el dolor ni las barreras pueden apagar la música cuando nace del alma.
