Dice Paloma Jiménez Gálvez, hija de ese gigantesco trovador mexicano llamado José Alfredo Jiménez (1926-1973), que las célebres canciones de su padre son expresiones personales en las que, como protagonista de sus historias, se han integrado por la magia de la poesía a una conciencia de grupo que rebasa con mucho el lugar donde ocurrieron. Paloma subraya que José Alfredo fue siempre autobiográfico, y ya en sus primeras canciones, como aquella titulada «El hijo del pueblo»:
(“Es mi orgullo haber nacido en el barrio más humilde,
/ alejado del bullicio de la falsa sociedad.
/ Yo no tuve la desgracia de no ser hijo del pueblo.
/ Yo me cuento entre la gente que no tiene falsedad…”).
Muestra orgulloso su origen y narra, sucintamente, que nació en su pueblo, que su condición es humilde, pero también refleja su desprecio hacia falsos valores como el bullicio de una sociedad a la que considera espuria. Sin embargo, ¿hasta dónde José Alfredo nos cuenta hechos reales o solo nos dice lo que a él le gustaría? “Lo que el poeta canta”, afirma con toda razón Paloma Jiménez, “es su visión del mundo. El que vive esa toma de conciencia mantiene una relación compleja entre pasado y presente. Habría que admitir que los sucesos históricos evocados como autobiografía, sin que por ello ni se niegue ni se afirme su total veracidad, se verán empañados por esa polinización entre el narrador y su conciencia o percepción, entre la verdad histórica y la ficción”.
Paloma vincula «El hijo del pueblo» con una de sus última canciones, «Gracias», porque siente que una abre su vida de compositor y la otra la cierra. «Gracias» la escribió en 1972, cuando la salud de José Alfredo ya estaba muy deteriorada, y es una especie de testamento que plasma un rasgo muy característico de su personalidad: su generosidad, que deja patente en los versos de ese tema: “Yo no quiero saber qué se siente tener millones y millones, / si tuviera con qué compraría para mí otros dos corazones / para hacerlos vibrar y llenar otra vez sus almas de ilusiones / y poderles pagar que me quieran a mí y a todas mis canciones”.
Como observa Paloma, en «El hijo del pueblo» José Alfredo escribió algo similar: “Yo compongo mis canciones pa’ que el pueblo me las cante / y el día que el pueblo me falle / ese día voy a llorar”. Son, en efecto, dos épocas distintas, pero son, como afirma la hija del compositor, “las dos caras del dios Jano, ya que una de ellas ve hacia el pasado, narra los orígenes; mientras que la otra ve hacia el futuro. Una abre la vida, la otra la cierra, la primera da la bienvenida, la segunda, en cambio, es una despedida”. En ese ínterin, José Alfredo creó un universo que sigue abierto y que hemos cantado y seguimos cantando millones de seres humanos. Este martes 19 de enero, el gran José Alfredo cumpliría 95 años. Bien valen unas «Mañanitas» para este trovador hijo del pueblo.